
Felipe II y la anexión de Portugal 1580-1583
En 1578 murió en combate en Marruecos, sin descendencia, el joven rey Sebastián de Portugal. Con él pereció buena parte de la nobleza lusa. Portugal y su imperio, gobernados por el anciano cardenal don Enrique, tío de Sebastián, se convirtieron de inmediato en el objetivo del monarca más poderoso de Europa, Felipe II, que ostentaba derechos a la corona portuguesa a través de su madre, Isabel de Portugal. El curso favorable de la Guerra de Flandes y la tregua alcanzada con el Imperio otomano permitieron al Austria movilizar amplios recursos militares, tanto terrestres como navales, con vistas a someter el reino luso si no lograba hacerse reconocer como su soberano por medios diplomáticos. Ante la toma del poder por el prior Antonio de Crato, su único rival lo bastante ambicioso como para osar plantarle cara, Felipe II ordenó la invasión de Portugal, que sus mejores comandantes, el duque de Alba y Álvaro de Bazán, ejecutaron con una eficacia fulminante. Pero el prior escapó y, con apoyo francés e inglés, prolongó su resistencia en las Azores, lo que dio origen a dos campañas navales que marcaron un hizo en la historia naval, con la primera batalla oceánica entre veleros artillados y el primer desembarco anfibio a gran escala a miles de kilómetros de la base más cercana. De todo ello da cuenta el presente número de Desperta Ferro Historia Moderna, que desentraña las razones, el curso y la trascendencia del episodio que marcó el cénit del poder de la Monarquía Hispánica en el orbe: la anexión de Portugal y sus vastos dominios a la corona de Felipe II.

El Náufrago
La épica historia de un náufrago de la Gran Armada. A finales del siglo XVI España emprende una ambiciosa campaña naval contra Inglaterra, englobada en la primera guerra global (entre España e Inglaterra por tierra y mar). Una guerra que le costó a Inglaterra quedar fuera de la escena internacional durante mas de 20 años por enfrentarse de manera directa contra España.
Entre espías, monarcas, jefes militares, consejeros y rebeldes irlandeses, en un desfile histórico en el que aparecerán todos los personajes y las intrigas de la alta política del momento, comprenderemos la razón de ser de la Gran Armada. Y así llegaremos hasta el capitán Francisco de Cuéllar y su extraordinaria aventura. Tras el naufragio de su barco, destrozado por los vientos y el oleaje contra la costa irlandesa en el otoño de 1588, emprendió una marcha en solitario por el interior de Irlanda. Fue un intento desesperado para escapar de la muerte segura que le esperaba si era capturado, como ocurrió con otros muchos náufragos españoles de la expedición, asesinados y desvalijados en cuanto pisaron tierra firme.

La Batalla de Kinsale
La batalla de Kinsale se libró en el marco de la Guerra de los nueve años (En 1594 los jefes irlandeses Red Hugh O’Donnell y Hugo O’Neill se rebelaron contra la ocupación inglesa) con la participación española con los rebeldes irlandeses comandados estos por Red Hugh O’Donnell, Señor de Tyrconnell, y Hugo O’Neill, conde de Tyrone. Por parte española, Felipe III envió una flota compuesta por 33 embarcaciones que partió del puerto de La Coruña el 2 de septiembre de 1601 con los Tercios de Juan del Águila y de Francisco de Toledo que sumaban 4432 hombres y cuyo objetivo era desembarcar y tomar la ciudad de Cork.

La Cofradía de la Armada Invencible
En la primavera de 1588 la Gran Armada está lista para invadir Inglaterra. Europa permanece en vilo ante el plan maestro de Felipe II. Una poderosa flota se prepara para zarpar de Lisboa, recoger en Flandes a los Tercios, cruzar el canal de la Mancha, desembarcar en la costa inglesa y echar a Isabel del trono. Aunque la campaña se presume rápida, en El Escorial se organiza meticulosamente un plan paralelo que debe ayudar al éxito de la empresa. Por orden de Felipe II, se encomienda a una Cofradía de Cartagena una misión secreta: Dirigirse hacia Lisboa para unirse a la Gran Armada, navegar hasta Irlanda, alzar en armas a los católicos irlandeses y expulsar a los soldados ingleses que los oprimen de la isla. Los cofrades afrontan la aventura con el convencimiento de que harán historia, pero, durante la travesía, se producen ciertas muertes repentinas y misteriosas. El destino de la conocida la Gran Armada y el de los cofrades quedará unido. Sólo queda saber si será fatal para todos…

Los Tercios en América
En la mañana de Pascua de 1625, con los estandartes y gallardetes al viento y las cubiertas altas adornadas de pavesadas encarnadas, una magnífica Armada, la más poderosa organizada por España desde la La Felicísima, cruzó la barra de San Antonio en la costa de Brasil y se adentró en la Bahía de Todos los Santos.
La vista era imponente. Se trataba de la mayor fuerza naval que jamás hubiese cruzado el océano Atlántico y su frente de combate se extendía 6 leguas sobre el mar: 56 navíos y 1.185 cañones pertenecientes a las Armadas del mar Océano, del estrecho de Gibraltar y de Portugal, y a las Escuadras de Vizcaya, de Nápoles y de las Cuatro Villas. Embarcados iban 12.463 soldados españoles, portugueses y napolitanos encuadrados en 5 tercios de infantería, 2 españoles, 2 portugueses y 1 napolitano. El objetivo era recuperar la ciudad del Salvador, capital del Brasil, conquistada por una expedición holandesa el año anterior. Fue, junto con Breda, Cádiz, Génova y Lima, una de las grandes victorias de las armas hispanas que hicieron de 1625 el Annus Mirabilis español.
Para recuperar la capital del Brasil, Salvador de Bahía, España organizó la más grande fuerza expedicionaria llegada al continente americano hasta la fecha: 5 Tercios (2 viejos españoles, 1 viejo napolitano y 2 portugueses) embarcados en una gran flota compuesta por 3 armadas (la del mar Océano, la del Estrecho de Gibraltar y la de la Corona de Portugal) y 3 escuadras (la de las Cuatro Villas, la de Vizcaya y la de Nápoles), haciendo una proyección de la fuerza a miles de kilómetros de sus bases al tiempo que mantenía los frentes de Flandes, con el asedio de Breda, Alemania, y el Mediterráneo.