Entrevistamos a David W. Sánchez Fabra, autor de la saga “Yo, Conquistador”

Los hijos del hierro y el fuego, primera novela de la saga Yo, Conquistador comienza con dos citas, una de José Ortega y Gasset y otra de Maquiavelo. El gran filósofo preocupado por la humanidad y el gran diplomático preocupado por la pragmática del poder. Y es que en la época de los conquistadores existía esa dualidad, la del soñador en busca  de libertad y de una vida mejor en el Nuevo Mundo y la de la persona que buscaba medrar y ser poderoso en un parajes llenos de oportunidades.

Y esto es algo que refleja perfectamente el autor David W. Sánchez Fabra en sus novelas. No sólo asistimos al espectáculo de las venturas y desventuras de viejos soldados, oportunistas y soñadores; también vemos las intrigas que gestaron un gran capítulo de nuestra historia. De hecho, el Cortés que nos muestra en sus novelas es la perfecta mezcla de aventurero, idealista y estratega. Queriendo saber más le hemos hecho estas preguntas. ¡Ah! Y antes de comenzar con las preguntas, recordad que si os gusta su visión y decidís haceros con sus libros podéis pedir en nuestra tienda que el mismísimo autor os dedique su obra.

 

  • En tu biografía figura que tu género favorito es la ciencia-ficción. ¿Por qué has escogido una novela histórica?

Mi género favorito siempre ha sido la ciencia-ficción pero no es el único que me gusta. La mayor parte de lo que he escrito es ciencia ficción pero un buen día cayó en mis manos la biografía de Hernán Cortés de Juan Miralles, la leí de tirón y al cerrar el libro dije: “tengo que escribir esta historia”. No es ningún misterio que toda la ciencia ficción se nutre de las historias del pasado y algunas de los libros más importantes de este género remedan hechos acontecimientos similares de la historia.

 

David W. Sánchez Fabra
David W. Sánchez Fabra

 

  • ¿Qué te atrae de aquella época y de la figura de Cortés en concreto?

En primer lugar que yo, como la mayoría de los españoles, sabía muy poco de esa época de nuestra historia. Mi parte favorita de la historia siempre fue la Edad Antigua, porque en ella se dieron hechos que me fascinan y que no se vieron ni antes ni después (grandes cantidades de personas, surgimiento y ocaso de civilizaciones, enfrentamiento entre culturas con grandes diferencias tecnológicas…). El leer sobre la Conquista me di cuenta de que saliendo de la Edad Media, donde salvo honrosas excepciones, la mayoría de las contiendan fueron escaramuzas a pedradas entre bandidos-soldados, aquellos principios de la Edad Moderna fueron realmente grandiosos.

Hernán Cortés fue un hombre excepcional y su genio y figura son, sin duda, materia de estudio atemporal. Es impresionante cómo un hombre corriente de Extremadura pudo aglutinar todos los saberes de Occidente para valerse de ellos en culturas tan diferentes como las americanas. Las intrigas europeas, la tecnología militar, las técnicas de batalla heredadas y perfeccionadas desde las falanges griegas, la versatilidad a la hora de entender el pensamiento indígena, adaptarse a él e incluso llegar a amarlo… ¿cómo no enamorarse de esa gesta?

 

  • Es fascinante cómo tratas la llegada de la gente al Nuevo Mundo, esa mezcla de expectación, nostalgia y aventura. ¿Ha sido muy difícil retratarla?

Eso es lo bonito de escribir, abandonar el hospital donde trabajo y llevar a cabo una inmersión completa en las selvas mejicanas por unas horas. No podría haberlo hecho sin la gran documentación que realicé, aunque me gusta pensar que he aportado alguna cosa extra a la ambientación. Creo que mi afición a la antropología y el hecho de ser médico han contribuido a enriquecer “Yo, conquistador”. El ser humano es fascinante y hay que tener en cuenta que los circuitos de pensamiento y de salud han tenido mucho que ver en la historia. Entiendo que aquellos aventureros habían crecido oyendo innumerables historias sobre la reconquista y la guerra a los moros y vieron que al hacerse adultos no podían vivir las gestas de sus antepasados en la península, por lo que viajar al Nuevo Mundo era una expectativa atractiva.

 

  • ¿Cómo te has documentado para describir los ambientes y las personalidades de los personajes históricos?

Libros, libros y una buena ración de internet. La documentación en nuestros días es fácil. Leí todo lo que cayó en mi mano, hasta unas actas extremeñas mecanografiadas que encontré en una biblioteca de Zaragoza y me fueron de gran utilidad. Dediqué unos seis meses a estar bien documentado. Puede parecer una broma pero hubo temporadas que me costaba no vosear a la gente a la que quería tratar de usted.

 

  • Muestras a un Cortés muy humano, con sus sueños, ambiciones e inquietudes. ¿Cómo es dar esa dimensión a un personaje histórico tan importante?

Creo que se sabe mucho de Hernán Cortés tanto por sus memorias como por todo lo que escribieron de él. Hasta cierto punto, uno no puede evitar pensar si todo lo que se dice de él es cierto o se le ha dado algo de pompa. No hablamos de una transmisión oral de los acontecimientos como pasaba en la Edad Media; muchos de los soldados llevaban diarios de viaje y esos testimonios son valiosísimos. A raíz de toda esa información, el trabajo del escritor es imaginar cómo pudo ser aquel hombre de puertas para adentro. Cuando juntas los datos de su biografía, lo que se dice de él, como narra él mismo sus hazañas y los hechos que va realizando creo que adquieres una licencia para suponer qué tal hombre debió ser. Un ser humano, ante todo, osado, maquiavélico, interesado, apasionado…

 

  • ¿Qué parte de tus novelas ha sido la más compleja de escribir?

Quizá la parte en la que se empieza a hablar de la cultura mexica (la actualmente llamada azteca). Desde el principio del libro intenté deliberadamente no narrar lo que vivían los indios. Con esto quería trasladar al lector los miedos de los conquistadores. En el siglo XXI sabemos que no había demonios en las selvas mexicanas, pero aquellos españoles que salían por primera vez de sus pueblos y veían cosas tan raras en el Nuevo Mundo lo creían (y en alguna ocasión creyeron verlos). Con ello intento que el lector entienda lo que vivieron y se meta en el papel. De cualquier forma, a mitad del segundo libro empiezo a narrar la visión indígena y he de confesar que, como escritor, es mucho más fácil entender la cognición de un español, aunque sea de hace 500 años, que de un mexica o tlaxcalteca.

 

  • Ahora ha surgido un debate en torno a la novela histórica. ¿Crees que es un buen instrumento para aprender historia o un divertimento?

Dependerá de cómo esté escrita. Es un excelente elemento para introducirse y si como en la mía se dan muchos datos históricos y se ahonda en los intríngulis de la historia se puede también aprender. Sin embargo, hay un fenómeno del que tanto autores como lectores debemos huir; no se puede ni escribir ni juzgar la historia con la mentalidad del siglo XXI. En el siglo XVI la mayoría de la gente era muy inculta y no tenían grandes reflexiones filosóficas, matar a alguien no tenía los connotaciones que tiene ahora y no había casi ningún miramiento hacia los temas “políticamente correctos” de nuestros días. Es importante tener todo esto en cuenta a la hora de escribir, por mucho que alguien pueda alarmarse.

 

 

  • Si miras ahora, al presente. ¿Qué crees que ha quedado de esa gente que fue capaz de enfrentarse a las dificultades para construir un nuevo mundo?

Esta pregunta me entristece porque la respuesta la encontré en el fabuloso libro de Elvira Roca Barea, “Imperofobia”. Los españoles de la actualidad nos parecemos tanto a los del siglo XVI como los italianos de nuestros días a los antiguos romanos. Si hubiéramos tenido la mitad de arrojo que nuestros antepasados de hace 500 años la historia no nos habría tratado tan mal en las últimas décadas. Ahora bien, creo que sí que se sigue una línea que desde aquel germen ha llegado a nuestros días. Los españoles, a diferencia de los anglosajones, somos una cultura de raíces cristianas y mediterráneas. Esto quiere decir que somos amistosos, cercanos y con tendencia al mestizaje por definición. El español es amigo de novedades, sabe ver la belleza en lo diferente manteniendo a raya lo inaceptable de lo ajeno.

 

La saga Yo, Conquistador. A la venta en nuestra tienda
La saga Yo, Conquistador. A la venta en nuestra tienda

 

  • ¿Cuál es el legado, no ya de Cortés, sino de esas personas anónimas que le acompañaron en sus campañas?

La Hispanidad. Puede sonar baladí, pero no lo es. Es una forma diferente de entender el mundo, y digo diferente porque es, hasta cierto punto, antagónica y propia respecto a la pulcritud anglosajona, el clasismo indio, el “hormiguismo” chino o el frenesí ruso (por nombrar otras naciones culturalmente importantes). También el español, una lengua maravillosa y cada vez más importante. Era la época de crear el mundo y nosotros pusimos la primera piedra. España empezó la globalización y lleva (y llevará) siempre su firma.

 

  • Cortés es una figura polémica. ¿Sientes que has tenido que ir “con cuidado” al escribir?

No le tengo ninguna estima a las turbas de ofendidos, ofenderse en el siglo XXI es una forma de totalitarismo para silenciar lo que no quieres oír. No hay motivo para ofenderse por unos hechos que ocurrieron hace medio milenio. Por ejemplo, al principio del libro se habla de los indios caribes. Los conquistadores los comparan con los de Méjico y se refieren a ellos despectivamente (eran tribus de cazadores recolectores respecto a las grandes urbes continentales, como si en el pasado metiéramos a una horda de cavernícolas en el Egipto de las pirámides). Pues bien, se ha visto que no queda ni un solo gen de esos seres humanos en las poblaciones que ahora viven en el Caribe (mestizos españoles, indios de américa y negros); la viruela acabó con todos, así que que ahora alguien de allí se sienta ofendido no deja de ser lágrimas de cocodrilo. Era la transición de la Edad Media a la Edad Moderna, hacía solo 30 años los españoles aún se estaban dando palos con los moros. Y pese a todo eso, especialmente si se compara con cómo lo hicieron el resto de las naciones europeas, el trabajo de España en el Nuevo Mundo fue tan impecable y respetuoso que sorprende. Todavía hay mucha Leyenda Negra que desmenuzar.

 

  • ¿Te gustaría ver algún día una serie o una película sobre tus novelas? ¿Qué reparto te gustaría?

¿A qué escritor no le gustaría? La trilogía “Yo, conquistador” cuenta con unos 200 personajes, todos reales, así que daría para un buen “Juego de Tronos”. Ver a 300 rodeleros españoles luchando contra 20.000 indios, ver once jinetes cabalgando hasta la extenuación para hacerse valer, ver una decena de naves quemándose, los canales hídricos de Tenochtitlán, la sangría de la Noche Triste, la gloriosa batalla de Otumba, la construcción de los bergantines a kilómetros de Méjico y su transporte a través del bosque para atacar por sorpresa y neutralizar las canoas de los indios… da para una superproducción, sin duda. Ahora bien, luego ves a ese guionista en los Goya diciendo que no va a hacer una película sobre Blas de Lezo porque es un “conquistador demediado” y te das cuenta de que en España no hay calibre para narrar la conquista de Méjico. Los que ostentan la llave de la cultura practican una ignorancia y un desprecio a lo propio que son dignas de estudio. Prefiero que lo hagan los americanos (aunque tampoco sabrían retratar bien el fenómeno español de ir a misa los domingos y blasfemar por la tarde…).

 

Directa, entretenida, muy instructiva… y apasionante. Así ha sido esta entrevista… y así es la obra de David. Seguro que os encantará tanto como a nosotros.

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