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Desde las ardientes arenas de Berbería hasta los fríos canales de Flandes, los Tercios de la Monarquía Hispánica dominaron los campos de batalla del mayor imperio de la Edad Moderna durante siglo y medio. En Los Tercios de Jordi Bru (Pamplona, 1967), la mirada fotográfica de este artista de nuestro tiempo reconstruye con precisión artesanal la riquísima historia de estos soldados, no solo españoles, sino también italianos, alemanes, valones… La cotidianidad y sus múltiples avatares, desde el juego hasta la religión, la relación con la población civil, la versatilidad táctica, el armamento, la meticulosa logística y la multiplicidad de frentes en los que actuaron los Tercios quedan plasmados en las creaciones de Jordi Bru, que, a partir de múltiples fotografías tomadas en reconstrucciones históricas, como la célebre Slag om Grolle o Jaca, construye atmosféricas escenas de batalla y de vida cotidiana jalonadas por docenas de pequeños detalles.
Tras cada una de estas reconstrucciones se oculta un cuidadoso proceso de documentación que garantiza la exactitud de los detalles de acuerdo con lo que nos cuentan las crónicas que sucedió. En este volumen recogemos veintisiete creaciones de Bru dedicadas a los Tercios, cada una de ellas acompañada por un texto de Àlex Claramunt Soto, director de Desperta Ferro Historia Moderna y especialista en los siglos XVI y XVII. Las escenas sumergen al lector en la época y lo aproximan a las ricas historias de batallas, asedios, escaramuzas y otros hechos de armas que encierran, así como a los múltiples pequeños detalles que nos desvelan cómo vivieron –y cómo murieron– los soldados del Rey Católico, y nos permiten comprender, además, cómo fue posible que estos soldados, pese a sus muchos enemigos en tres continentes, mantuviesen durante largas décadas la hegemonía mundial de la Monarquía de España.
San Agustín de la Florida. 1740. Samuel Durango, español de origen africano y habitante de Fuerte Mosé, el primer asentamiento de negros libres de Norteamérica, es capturado por los caciques esclavistas de las colonias británicas. Indignada por la decisión de su padre de no acudir en ayuda del joven, Teresa de Montiano, la hija del gobernador, contrata en secreto a un excéntrico capitán cuyas acciones están a punto de desencadenar una guerra. Juntos inician un arriesgado viaje que tiene como fin entrar en las inmensas plantaciones azucareras de Carolina, encontrar al joven Samuel y liberar al resto de hombres esclavizados por el contrabandista Caleb Davis. Mientras tanto, en la Florida española, los demás negros de Mosé y los españoles de San Agustín se preparan para defender la ciudad ante la llegada inminente de fuerzas invasoras. Santiago Mazarro, que ya sorprendió a la crítica con su primera novela, vuelve a destripar las entrañas de la América colonial con una historia de aventuras trepidante, bien documentada y a todas luces necesaria para entender el legado multicultural del continente.
Hollywood miente. Es hora de decirlo a las claras. Las fuerzas de la naturaleza y el inmenso y oscuro mar, más que los piratas o los buques de las naciones con los que se mantenían conflictos, fueron los auténticos enemigos de los barcos cargados de tesoros que cubrían la Carrera de Indias, la extraordinaria ruta marítima que unía los territorios de la Monarquía hispánica a través del océano Atlántico.
El 1493 regresó a la Península la expedición capitaneada por Cristóbal Colón, que anunció el descubrimiento de nuevas islas hacia las Indias. La expansión española en ese nuevo mundo fue rápida. A finales del siglo XVI, transcurridos apenas cien años, las florecientes ciudades de México, Lima y Potosí, a la sombra de ricas minas de metales preciosos, tenían más habitantes que las más grandes de Europa.
Desde 1561 y hasta 1748, para llevar suministros a los colonos y luego llenar las bodegas de plata, oro y ricas mercancías de regreso a España, cruzaron los mares dos flotas anuales. Eran barcos del rey, llenos de riquezas de la Corona y de particulares, por lo que su pérdida era una cuestión de Estado. Lo cierto es que, pese a su número, durante dos siglos y medio, no se perdieron demasiados. Éste es el relato de su épico viaje.
¿Cómo pudieron Pizarro, Almagro y poco más de un centenar de hombres someter al Estado más poderoso y mejor organizado de América, capaz de poner en pie de guerra a millares de guerreros, y que había conquistado uno tras otro, implacablemente, a sus vecinos? En Plata y sangre. La conquista del Imperio inca y las guerras civiles del Perú, Antonio Espino, catedrático de Historia Moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, responde a la cuestión con brillantez, en una narración vibrante que aúna el descubrimiento de un mundo ignoto con el análisis de cómo las innovaciones militares que se estaban desarrollando en Europa se adaptaron al nuevo continente.
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