Descripción
Cueras de sangre, la expedición de Pedro de Villasur
Tapa blanda: 172 páginas
Editor: Jose Enrique Lopez Jimenez (19 de mayo de 2016)
Idioma: Español
ISBN-10: 8460877272
ISBN-13: 978-8460877271
11,06 €
A mediados de junio de 1720, una expedición integrada por dragones de cuera partía desde Santa Fe (Nuevo México) hacia el norte, para confirmar la presencia francesa en territorios de la corona española. Tras varias semanas de marcha, contactó con la tribu de los indios Pawnees en el centro de la actual Nebraska en los EEUU. El jefe de la expedición decidió retirarse y acampar a escasos kilómetros de la tribu, en la confluencia de dos ríos. Al amanecer del 14 de agosto, los nativos atacaron el campamento español. Tras los primeros disparos y andanada de flechas, los supervivientes formaron en círculo para defenderse de la agresión. Uno tras otro, como se espera de soldados españoles, vendieron caras sus vidas. Por primera vez se publican en español las páginas conservadas del diario del cronista de la expedición, el cabo Felipe Tamariz, uno de los pocos supervivientes.
José Enrique López Jiménez nació en Melilla. En 1989 se graduó en la Academia Militar de Zaragoza y posteriormente se licenció en Sociología y Ciencias Políticas. Es colaborador habitual en la sección de historia de la revista Ejército para la que ha escrito numerosos artículos y ha publicado también varios libros. Estudioso e investigador de la historia militar de España, se ha especializado en la historia de la presencia española en América, especialmente en el sur de los Estados Unidos.
Cueras de sangre, la expedición de Pedro de Villasur
Tapa blanda: 172 páginas
Editor: Jose Enrique Lopez Jimenez (19 de mayo de 2016)
Idioma: Español
ISBN-10: 8460877272
ISBN-13: 978-8460877271
Peso | 0,2 kg |
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Reimpresión de la primera edición de 1936. El libro, largo tiempo agotado seguía siendo buscado con afán por los interesados en la figura de Juan de Herrera. En la segunda mitad del siglo XVI, el rey Felipe II decidió emplear los ingresos del estado más rico de la Tierra para crear edificios que constituyeran el valioso legado de los Habsburgo, eligiendo a un joven inexperto, caballero y soldado, como arquitecto principal. La asociación entre el rey y Juan de Herrera duró más de treinta años, y los edificios que produjeron – entre ellos, El Escorial, la Lonja de Sevilla, y la remodelación urbana de Madrid- inculcaron nuevos ideales que nutrirían a la arquitectura española y europea durante los siglos venideros. Este estudio global sobre la obra de Herrera examina las funciones de un gran patrón y arquitecto en la creación de una nueva era en la arquitectura española.
Blas de Lezo, el almirante, cojo, manco y tuerto que logró una victoria determinante sobre los ingleses en Cartagena de Indias, alcanzó las cimas del escalafón de la Armada a una edad tan temprana que puede que no hayan existido casos semejantes en la dilatada historia de la institución naval española.
Lezo se vio obligado a ejercer el mando de buques y agrupaciones navales en los escenarios bélicos más difíciles de imaginar y en circunstancias, casi siempre combates al cañón, que no permitían dudar ni hacer concesiones que pudieran ser aprovechadas por esos zorros de los mares que han sido siempre los marinos ingleses. Más allá de su larga lista de virtudes como hombre y como marino, y también con sus imperfecciones, que las tuvo como cualquier ser humano, la figura de Blas de Lezo se identifica con la de un líder militar extraordinariamente heroico y con la de un entrañable ser humano que a los españoles no debería movernos a otro sentimiento que el de un enorme y sanísimo orgullo.
Las heridas y mutilaciones recibidas por nuestro personaje en la batalla naval de Vélez-Málaga, en la defensa del castillo de Santa Catalina, en Tolón, y durante el asalto a Barcelona en 1714, a consecuencia de las cuales quedó cojo, tuerto y manco, son completamente veraces. Con cada parte de su cuerpo que se fue dejando en los combates en los que participó, ganó un pequeño trozo de gloria para España.
Gracias a la defensa de Blas de Lezo en Cartagena de Indias, Inglaterra se vió abocada otra vez a ver cómo su último intento por asentarse en la América Española era un rotundo fracaso.
Blas de Lezo es, posiblemente, uno de los mejores, aunque más olvidado, marino de la Armada Imperial española. Destacado, sus hazañas en el mar lo demuestran, y olvidado, Inglaterra ocultó la evidencia de su mayor derrota terrestre y marítima y España no se preocupó por rescatarla y divulgarla, hasta cuando el colombiano, nacionalizado español, Pablo Victoria, la sacó a la luz pública de las sombras del olvido.
Blas de Lezo nació en Pasajes, Guipúzcoa, en 1689 y murió calumniado y olvidado en Cartagena de Indias, la Ciudad Heroica, en 1741, después de haber infringido la mayor humillación militar que nación alguna hubiese sufrido después de haberse anticipado a celebrar una victoria que le fue esquiva a la mayor armada y desembarco que han visto los tiempos hasta Normandía en 1944.
En efecto, Inglaterra, queriendo cortar la yugular de España en la ruta de Indias y apoderarse del Imperio, atacó con 180 navíos, 23.600 hombres y 3.000 piezas de artillería la plaza de Cartagena, llave de las Antillas, defendida por Blas de Lezo, quien disponía de solo 2.800 hombres, 6 navíos y 300 cañones. El asedio duró 67 días. «La otra Armada Invencible» fue derrotada por el héroe español que en la Ciudad Heroica llamaban Medio Hombre por haber perdido una pierna, un ojo y un brazo durante la Guerra de Sucesión Española entre 1700 y 1713.
«En sentido estricto, “el Pacífico” no existió como tal hasta que en 1520-21 Fernando de Magallanes atravesó la enorme extensión de aguas que entonces recibieron su nombre». Con estas palabras, el historiador y geógrafo de origen británico Oskar Spate presenta su versión del proceso en el que ese inmenso vacío se transforma en centro de las relaciones globales. El lago español describe el éxito esencialmente europeo y americano en convertir ese espacio en el nexo del poder económico y militar. Este trabajo es una historia del Pacífico, el océano que se convirtió en el escenario del poder y el conflicto conformado por la política de Europa y el contexto económico de la América española. Sólo podía haber un concepto de «el Pacífico» una vez establecido el límite y el contorno del océano y esto era, indudablemente, trabajo de europeos. Cincuenta años después de la Conquista, Nueva España y Perú fueron la base desde donde el océano conformó de facto “un lago español”.
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