Descripción
- Editorial : Desperta Ferro Ediciones (29 junio 2022)
- Idioma : Español
- Tapa blanda : 264 páginas
- ISBN 10 : 8412483006
- ISBN 13 : 978-8412483000
- Peso del producto : 430 g
- Dimensiones : 15 x 23 cm
24,95 €
El Gran Norte recoge buena parte de lo que hoy conocemos como el Oeste americano: Un lugar donde las abruptas cadenas montañosas se alternan con altiplanos desérticos de magnitud inabarcables formando la frontera norte del vasto Imperio Español en América: Una territorio que durante el siglo XVIII era todavía “Terra Incognita”.
El territorio que Bernardo de Miera y Pacheco y sus compañeros de expedición recorrieron durante meses para explorar y cartografiar. Fue una existencia llena de peligros, de aventuras en las que no pocas veces estuvieron a punto de perecer.
Miera, cántabro él, es una de las figuras más polifacéticas y fascinantes de la América hispánica en el siglo XVIII. Fue un prolífico artista, que pintó y esculpió altares que hoy adornan iglesias y misiones virreinales del actual estado de Nuevo México. También fue ingeniero y capitán de milicias en varias campañas contra los comanches (que atacaban a otras tribus y a los propios españoles), como la que sostuvo el gobernador Anza con el temible jefe de guerra Cuerno Verde.
Explorador y cartógrafo sobresaliente, dibujó con trazo firme los mapas más relevantes y precisos del Gran Norte en la segunda mitad del siglo XVIII (mapas tremendamente útiles que luego utiizaron los estadounidenses). Fue comerciante, minero (sin suerte), recaudador de deudas y, en sus horas bajas, deudor. Alcalde mayor, ranchero y artesano ducho en el metal, la piedra y la madera.
En los últimos años de vida, don Bernardo sirvió como soldado distinguido en el presidio de Santa Fe, la villa más septentrional del Imperio Español en América, una zona fronteriza, remota y peligrosa, sometida al acoso constante de los belicosos apaches y comanches.
“Forjado en la frontera” nos asoma, a través de la extraordinaria vida de este cántabro originario del valle de Carriedo, a la profunda huella hispánica que quedó en la América del siglo XVIII, en un territorio de frontera que se convirtió en el rico crisol que es actualmente el septentrión novohispano.
Peso | 0,4 kg |
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Dimensiones | 15,25 × 2 × 23 cm |
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Cartagena de Indias, primera escala de la ruta de la Flota de Indias y principal puerto del virreinato de Nueva Granada, fue siempre un objetivo codiciado por piratas y corsarios. Desde finales del siglo XVII, sin embargo, fueron las armadas enemigas de la Corona española quienes pusieron sus miras en la ciudad. El ataque británico de 1741 fue la mayor amenaza que afrontó la ciudad. Con una opinión pública enfervorizada por el espíritu mercantilista y deseosa de poner fin al monopolio español en América, el gobierno de Horace Walpole envió contra Cartagena la mayor expedición anfibia organizada hasta entonces por Gran Bretaña.
Vernon, un oficial curtido, pero con intereses políticos en juego, tenía frente a sí un verdadero desafío geográfico y climático. Además de los defensores, capitaneados por hombres no menos duchos en su oficio como Blas de Lezo y Sebastián de Eslava –dos fuertes personalidades en pugna–, la difícil orografía de la bahía cartagenera y las enfermedades tropicales que proliferaban en el ambiente jugarían en contra de los británicos. Walpole estaba en lo cierto cuando afirmó que los mismos que festejaban la declaración de guerra a España se vestirían de luto poco después. La batalla de Cartagena de Indias llevó la guerra al continente americano a una escala nunca vista hasta entonces, y su categórico desenlace puso fin de forma definitiva a las ansias expansionistas de Gran Bretaña en la América hispana.
Cuando la Corona española tomó posesión del océano Pacífico, este se convirtió en «el lago español». En este libro hemos querido contar cómo se produjo el descubrimiento y la conquista de esta parte del mundo, y cómo se desarrolló no solo un rico comercio entre Asia y Europa, sino también un intercambio entre culturas.
Durante el siglo XVII, día tras día, las armadas españolas se veían obligadas a hacer frente a un número cada vez mayor de enemigos, que se multiplicaban de una forma asombrosa. Fue una lucha sorda, difícil y olvidada, en la que las flotas de España, superadas en recursos y fuerza, combatieron con valor logrando, en un esfu
Verano de 1566. Una crisis sin precedentes se desata en los dominios de la Corona española en el norte de Europa. La nobleza flamenca intenta por todos los medios que se le permita a la población de Flandes el culto calvinista y solicita la abolición de la Inquisición. La regente Margarita de Parma trata de intermediar, pero se ve envuelta en un caos de rebelión y pide ayuda al rey Felipe II. En esos días, comenzará la iconoclasia o ataque a las imágenes en distintos lugares sagrados de Flandes. Una peligrosa revuelta que la Corte española, tras muchas deliberaciones e intrigas diplomáticas, atajará con el envío de un poderoso ejército desde el norte de Italia hacia Flandes al mando de Fernando Álvarez de Toledo, el duque de Alba. Así comienza la leyenda de este militar español, admirado y odiado a la vez, que atravesó Europa en el famoso Camino Español para ir a restablecer el orden en aquellas revueltas con mano de hierro.
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