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Peso | 0,2 kg |
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Título: Especial “Los Tercios 1600 – 1660”
Autor: Despertaferro Ediciones. Historia Moderna
Número especial dedicado íntegramente a los Tercios en los años 1600 al 1660. Tácticas y armamento, estrategia de la monarquía, el Sitio de Breda, el destino de un soldado y mucho más…
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Cartagena de Indias, primera escala de la ruta de la Flota de Indias y principal puerto del virreinato de Nueva Granada, fue siempre un objetivo codiciado por piratas y corsarios. Desde finales del siglo XVII, sin embargo, fueron las armadas enemigas de la Corona española quienes pusieron sus miras en la ciudad. El ataque británico de 1741 fue la mayor amenaza que afrontó la ciudad. Con una opinión pública enfervorizada por el espíritu mercantilista y deseosa de poner fin al monopolio español en América, el gobierno de Horace Walpole envió contra Cartagena la mayor expedición anfibia organizada hasta entonces por Gran Bretaña.
Vernon, un oficial curtido, pero con intereses políticos en juego, tenía frente a sí un verdadero desafío geográfico y climático. Además de los defensores, capitaneados por hombres no menos duchos en su oficio como Blas de Lezo y Sebastián de Eslava –dos fuertes personalidades en pugna–, la difícil orografía de la bahía cartagenera y las enfermedades tropicales que proliferaban en el ambiente jugarían en contra de los británicos. Walpole estaba en lo cierto cuando afirmó que los mismos que festejaban la declaración de guerra a España se vestirían de luto poco después. La batalla de Cartagena de Indias llevó la guerra al continente americano a una escala nunca vista hasta entonces, y su categórico desenlace puso fin de forma definitiva a las ansias expansionistas de Gran Bretaña en la América hispana.
En 1578 murió en combate en Marruecos, sin descendencia, el joven rey Sebastián de Portugal. Con él pereció buena parte de la nobleza lusa. Portugal y su imperio, gobernados por el anciano cardenal don Enrique, tío de Sebastián, se convirtieron de inmediato en el objetivo del monarca más poderoso de Europa, Felipe II, que ostentaba derechos a la corona portuguesa a través de su madre, Isabel de Portugal. El curso favorable de la Guerra de Flandes y la tregua alcanzada con el Imperio otomano permitieron al Austria movilizar amplios recursos militares, tanto terrestres como navales, con vistas a someter el reino luso si no lograba hacerse reconocer como su soberano por medios diplomáticos. Ante la toma del poder por el prior Antonio de Crato, su único rival lo bastante ambicioso como para osar plantarle cara, Felipe II ordenó la invasión de Portugal, que sus mejores comandantes, el duque de Alba y Álvaro de Bazán, ejecutaron con una eficacia fulminante. Pero el prior escapó y, con apoyo francés e inglés, prolongó su resistencia en las Azores, lo que dio origen a dos campañas navales que marcaron un hizo en la historia naval, con la primera batalla oceánica entre veleros artillados y el primer desembarco anfibio a gran escala a miles de kilómetros de la base más cercana. De todo ello da cuenta el presente número de Desperta Ferro Historia Moderna, que desentraña las razones, el curso y la trascendencia del episodio que marcó el cénit del poder de la Monarquía Hispánica en el orbe: la anexión de Portugal y sus vastos dominios a la corona de Felipe II.
Título: Especial IX “Tercios: Norte de África”
Autor: Despertaferro Ediciones. Historia Moderna
El norte de África fue un frente en constante ebullición para los ejércitos de la Monarquía Hispánica, donde cosecharon importantes victorias, pero también dramáticas derrotas ante una pléyade de enemigos cuya forma de guerrear era totalmente diferente a la europea. Su despliegue perseguía mantener a raya a turcos, piratas berberiscos y marroquíes, salvaguardar la península ibérica y el resto de posesiones de los Habsburgo y, en definitiva, controlar el Mediterráneo. A través de las páginas de este especial se expondrán las claves más importantes para comprender la sufrida presencia española en las costas norteafricanas durante los siglos XVI y XVII, y el beneficio que extrajo de ello la cultura occidental.
El 8 de noviembre de 1620 se libró en una colina a las afueras de Praga, la Montaña Blanca, una de las batallas mas decisivas de la historia de Europa central. El ejército de los Estados protestantes de Bohemia y Moravia, con el apoyo de tropas alemanas, transilvanas y mercenarios oriundos de toda la Europa protestante, se enfrentó a las fuerzas del Emperador Fernando II, que contaba con el valioso apoyo de Felipe II de España y la liga católica alemana liderada por el duque Maximiliano de Baviera. Un siglo después del inicio de la reforma de Lutero, católicos y protestantes creían que el enfrentamiento definitivo había llegado. Decenios de pequeñas disputas atenuadas por una política de apacigüamiento desembocaron en un estallido dramático de la tensión acumulada cuando, el 23 de mayo de 1618, un grupo de nobles bohemios protestantes arrojó por una ventana de la cancillería de Bohemia a dos representantes de la corona y a su secretario, todos ellos católicos.
Comenzaba así una revuelta que sucumbía, dos años y medio después, a las puertas de Praga. El triunfo imperial en la batalla de Montaña Blanca no sólo restableció plenamente el catolicismo en el reino de Bohemia en todo su esplendor ante el ascenso a Austria comos del desenlace de las guerras Husitas en el siglo XV, sino que a su vez se marcó el inicio del ascenso de Austria como gran potencia en Europa central.
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