Descripción
Nº de páginas: 444 págs.
Encuadernación: Tapa dura
Editorial: LA ESFERA DE LOS LIBROS
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788497349741
23,00 €
Mucho se ha escrito sobre el gran duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, sobre su desprestigio y sobre el olvido que sufrió después de su muerte. Descendiente del ducado Alba de Tormes, título con grandeza de España, el personaje tomará ahora una nueva dimensión a través del relato de su mejor amigo y compañero de armas. Sabremos ahora de su honor, su fuerza y heroicidad en las campañas militares con los tercios. El historiador Juan Carlos Losada relata su vida con fidelidad y maestría.
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Nº de páginas: 444 págs.
Encuadernación: Tapa dura
Editorial: LA ESFERA DE LOS LIBROS
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788497349741
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Fue el guerrero más noble, más generoso y más puro que haya pisado la tierra. Sus enemigos lo honraron y alabaron con el sobrenombre de Grande, que muy pocos han merecido en la historia. Nació y se crió entre soldados, y la primera vez que aparece en la historia peleaba espada en mano para defender el honor y las vidas de unos judíos conversos. Quiso ser monje, pero el abad lo rechazó porque no era ese su destino. Fue adalid de la frontera y capitán de lanzas en la guerra de Granada. Mandaba y combatía a pie y a caballo, y siempre protegió a sus hombres. Escaló el primero una muralla y estuvo peleando agarrado a una almena. Su buen hacer atrajo la atención de los Reyes que después llevaron nombre de Católicos, que le brindaron su amistad y confianza. El rey Fernando le dio el mando de un cuerpo expedicionario muy pequeño, el primero que salía de España en muchos años, y con él expulsó a los franceses del reino de Nápoles. Vino una paz ficticia, los franceses volvieron a invadir el rearme y Gonzalo volvió a echarlos. Fue amigo de sus amigos, y de sus enemigos; fiel a sus hombres, fiel a sus hombres, a su esposa y a sus reyes. Exhortó al Papa a que llevara una vida ordenada. Regaló un reino a su rey. Por lealtad a su rey renunció a ser rey, y por no servir a otra bandera rehusó las ofertas de Génova, Venecia, del Emperador y del Papa, que lo querían para mandar sus ejércitos. Fue un guerrero elfo y un general excelente. Fue el Gran Capitán.
Es excepcional en la Historia Naval del mundo que un gran marino destaque igualmente al mando de buques tan distintos como galeones y galeras, en escenarios tan difíciles como el Mediterráneo y el Atlántico y contra enemigos tan variados como temibles.
No lo es menos que brille igualmente como gran táctico y como gran estratega, como vencedor en batallas puramente navales y en operaciones anfibias, tan eficaz como subordinado y como jefe supremo, aparte de que fuera excelente diplomático y se preocupara del último de sus subordinados, hasta merecer el título de “padre de los soldados” que le dedicó Cervantes. Álvaro de Bazán reunió todas estas virtudes, por eso consideramos que su figura no tiene paralelos en la Historia.
“Brillante recuperación de la memoria de uno de los capitanes más ilustres de la Historia Naval de España y menos conocidos por el gran público.”
Se cumplen ahora cuatrocientos años de la mayor revolución en el teatro popular desde los antiguos griegos. Félix Lope de Vega Carpio (1562-1635), a quien Cervantes calificara de «monstruo de naturaleza » y hoy, con castiza familiaridad, todos llamamos Lope, se encargó de que las comedias se convirtieran en el mayor divertimento popular y en la más excelsa manifestación artística. En aquella sociedad estamental del siglo XVII, el hijo de un bordador estaba abocado -condenado, podríamos decir- a desempeñar el oficio que su padre u otro de la misma consideración social. Sin embargo, Lope de Vega encontró un camino inédito para ganar dinero y fama: sus versos. Por primera vez en la historia de la humanidad un poeta podía prescindir del mecenazgo y vivir de una realidad nueva, inquietante e imprevisible, un monstruo de mil cabezas y cien mil pareceres: el público. Su creación poética le dio un estatus especial. Se llegó a rezar un credo sacrílego: «Creo en Lope de Vega, poeta del cielo y de la tierra…». Este reconocimiento general -frente al que no faltaron disidentes y críticos muy agresivos- le permitió actuar a su aire, contraviniendo en más de una ocasión normas y hábitos sociales. La sucinta enumeración de sus relaciones amorosas puede trasmitir la falsa imagen de un donjuán de sentimientos cambiantes e irresponsables. No fue así. Lope sintió cada amor con fervorosa intensidad, y en los últimos años de su vida, reunió junto a sí a los hijos de Micaela de Luján, de Juana de Guardo y de su último amor: Marta de Nevares, a la que conoció y trató cuando ya era sacerdote.
Esta es la apasionante e ignorada historia de Luisa de Medrano, la primera mujer que fue catedrática, nada menos que en el siglo XVI y en la Universidad de Salamanca, el centro del saber más prestigioso del mundo hispano. Todo en la vida de Luisa fue extraordinario: hija de aristócratas, enseguida llamó la atención de la reina Isabel la Católica, quien la reclamó a su lado para que se educara en la corte con sus hijas Juana y Catalina y quien, a la vista de sus dotes, favoreció que fuera la primera mujer admitida en Salamanca. En estos tiempos en los que tanto se habla de empoderamiento femenino, el ejemplo de la tenaz Luisa Medrano merece el reconocimiento que se le ha negado durante cinco siglos.
María López Villarquide (A Coruña, 1982) es doctora en Documentación y Análisis Cinematográfico y licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Complutense de Madrid.
Alejandro Farnesio, príncipe de Parma, y Ambrosio de Spínola fueron dos de los generales más ilustres y competentes al frente del ejército español durante las guerras de Flandes de finales del siglo XVI y principios del XVII. Leales soldados a los reyes que sirvieron -Felipe II, III y IV-, no dudaron en poner a disposición su fortuna personal para acometer las empresas militares. Ambos eran hombres ilustrados: estudiosos de los clásicos, ricos, amantes de las matemáticas y de los tratados de ingeniería que aplicaron con pasión al arte de la guerra y al sitio de las ciudades, donde demostraron ser consumados especialistas. Desplegaron visión política e hicieron gala de una tolerancia y un saber estar a la altura de la Historia que se escribía a su paso.
Supieron ejercer el mando combinando la disciplina y la capacidad de convicción, lo que les convirtió en líderes respetados y seguidos por sus hombres. En pocas ocasiones recurrieron a métodos sanguinarios, porque preferían del pacto y la persuasión.
Juan Carlos Losada aborda esta historia con rigor y amenidad, aproximándonos al panorama de aquella contienda casi como si de una novela de aventuras se tratase, sin renunciar a los datos.
Autores: Hugo Álvaro Cañete
Editorial: Ediciones Platea
Notas: Tapa blanda. 410 p. 27 páginas con mapas y croquis de batallas a todo color
ISBN: 9788494288418
Introducción: Seamos sinceros, (desgraciadamente) la Campaña del Palatinado a duras penas nos suena a los españoles: No fue propiamente una guerra sino que formó parte de otra (la de los G30A), casi nadie sabe por donde cae el Palatinado, ni quien lo gobernaba, ni por qué era importante para la España del momento… con esos mimbres ¿Por qué habríamos de recordarla?
El recurso fácil sería porque allí dejaron la lana muchos españoles por aquello en lo que creían pero, sin dejar de ser verdad, el motivo principal era que en tierras alemanas se estaba dirimiendo el futuro del continente. La religión como punta de lanza pero la preponderancia territorial como telón de fondo estaban sacando a la luz las ansias de los países de imponerse unos a otros (daneses, suecos, bohemios, holandeses, franceses, …) en el territorios alemanes.
En esa tesitura, España y los Países Bajos Españoles, ayudan al Emperador Fernando II (de la rama austríaca de los Habsburgo) para poner orden en el desbarajuste que se había convertido la infinidad de Estados que componían el Sacro Imperio Romano Germánico. De una manera inteligente y asumiendo pocos riesgos, el Imperio Español, inicia una Campaña en el Palatinado que protege la retaguardia del Emperador … y fortalece la posición del Imperio Español en el centro de Europa.
Esta campaña es clave (y por ello debemos conocerla) por que las consecuencias que se derivan de esta Campaña cambiaron el enfoque de la Guerra de los Ochenta años que hacía poco que se había reiniciado… y la G80A, como todos sabemos, … son palabras mayores …
Título: Una pica en Flandes. La epopeya del Camino Español
Autor: Fernando Martínez Laínez
ISBN: 978-84-414-1947-6
Características: 17 x 24 cm. Rústica con solapa. 376 páginas
Plazo de Entrega: 4-5 días laborables
Descripción: En la historia militar de Europa no hay una hazaña logística comparable a la del Camino Español. Durante los más de ochenta años que duró la Guerra de Flandes, desde 1566 a 1648, España mantuvo abierto el largo corredor que unía sus posesiones en el norte de Italia con los Países Bajos, para permitir que sus invencibles tercios llegaran al campo de batalla. Una ruta erizada de obstáculos geográficos y enemigos poderosos, que atravesaba los Alpes, grandes ríos, bosques y desfiladeros. Geoffrey Parker, el prestigioso historiador inglés, califica de «milagro» el hecho de que en aquel tiempo pudiesen llegar a los Países Bajos, por tierra, soldados españoles. Por eso aún se utiliza la expresión «poner una pica en Flandes» como equivalente de una dificultad rayana en lo imposible. Fernando Martínez Laínez, coautor del exitoso volumen Tercios de España, ha vuelto a recorrer el Camino Español para reconstruir paso a paso, con óptica de ensayista histórico y escritor viajero, un itinerario que atraviesa Europa desde la soleada costa mediterránea hasta las brumas nórdicas. El mismo que hicieran los tercios. Un relato magistral que resucita la epopeya de la gran marcha de miles de soldados que, fieles a sus banderas, sortearon mil peligros hasta alcanzar el escenario bélico del que muchos, caídos para siempre, no regresaron.
Se cumplen ahora cuatrocientos años de la mayor revolución en el teatro popular desde los antiguos griegos. Félix Lope de Vega Carpio (1562-1635), a quien Cervantes calificara de «monstruo de naturaleza » y hoy, con castiza familiaridad, todos llamamos Lope, se encargó de que las comedias se convirtieran en el mayor divertimento popular y en la más excelsa manifestación artística. En aquella sociedad estamental del siglo XVII, el hijo de un bordador estaba abocado -condenado, podríamos decir- a desempeñar el oficio que su padre u otro de la misma consideración social. Sin embargo, Lope de Vega encontró un camino inédito para ganar dinero y fama: sus versos. Por primera vez en la historia de la humanidad un poeta podía prescindir del mecenazgo y vivir de una realidad nueva, inquietante e imprevisible, un monstruo de mil cabezas y cien mil pareceres: el público. Su creación poética le dio un estatus especial. Se llegó a rezar un credo sacrílego: «Creo en Lope de Vega, poeta del cielo y de la tierra…». Este reconocimiento general -frente al que no faltaron disidentes y críticos muy agresivos- le permitió actuar a su aire, contraviniendo en más de una ocasión normas y hábitos sociales. La sucinta enumeración de sus relaciones amorosas puede trasmitir la falsa imagen de un donjuán de sentimientos cambiantes e irresponsables. No fue así. Lope sintió cada amor con fervorosa intensidad, y en los últimos años de su vida, reunió junto a sí a los hijos de Micaela de Luján, de Juana de Guardo y de su último amor: Marta de Nevares, a la que conoció y trató cuando ya era sacerdote.
La Frisia región de los Países Bajos situada al norte de los grandes ríos Mosa, Bajo Rin y Waal. El coronel Francisco Verdugo, uno de los soldados españoles más extraordinarios de las Guerras de Flandes y veterano de San Quintín, Gravelinas, Mook, Gembloux y Jemmingen, o de hechos de armas tan excepcionales como el Socorro de Goes, recibió en 1579 el encargo de defenderla de los ataques de los Estados rebeldes y del príncipe de Orange. Durante catorce largos años de batallas, asedios y escaramuzas el coronel Verdugo mantuvo aquellas provincias para el Rey con los exiguos recursos de la Monarquía… fue La Guerra de Frisia.
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