Descripción
Páginas: 320 + 16 ilustraciones
ISBN: 9788491642169
Formato:16×24 Cartoné
Colección: Historia
21,90 €
Páginas: 320 + 16 ilustraciones
ISBN: 9788491642169
Formato:16×24 Cartoné
Colección: Historia
Estado | Nuevo, 2ª Mano |
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Fue el guerrero más noble, más generoso y más puro que haya pisado la tierra. Sus enemigos lo honraron y alabaron con el sobrenombre de Grande, que muy pocos han merecido en la historia. Nació y se crió entre soldados, y la primera vez que aparece en la historia peleaba espada en mano para defender el honor y las vidas de unos judíos conversos. Quiso ser monje, pero el abad lo rechazó porque no era ese su destino. Fue adalid de la frontera y capitán de lanzas en la guerra de Granada. Mandaba y combatía a pie y a caballo, y siempre protegió a sus hombres. Escaló el primero una muralla y estuvo peleando agarrado a una almena. Su buen hacer atrajo la atención de los Reyes que después llevaron nombre de Católicos, que le brindaron su amistad y confianza. El rey Fernando le dio el mando de un cuerpo expedicionario muy pequeño, el primero que salía de España en muchos años, y con él expulsó a los franceses del reino de Nápoles. Vino una paz ficticia, los franceses volvieron a invadir el rearme y Gonzalo volvió a echarlos. Fue amigo de sus amigos, y de sus enemigos; fiel a sus hombres, fiel a sus hombres, a su esposa y a sus reyes. Exhortó al Papa a que llevara una vida ordenada. Regaló un reino a su rey. Por lealtad a su rey renunció a ser rey, y por no servir a otra bandera rehusó las ofertas de Génova, Venecia, del Emperador y del Papa, que lo querían para mandar sus ejércitos. Fue un guerrero elfo y un general excelente. Fue el Gran Capitán.
No hay nada como una buena historia. También sirve la intuición de una buena historia, como la que apunta Álber Vázquez en “El Adelantado Juan de Oñate” sobre lo que aconteció al protagonista y a su grupo de expedicionarios en su tránsito hacia el norte de Nueva España en búsqueda del reino mítico de Quivira (hacia la actual Kansas, en Estados Unidos). La Historia de España, bien contada, es un valor seguro.
Sin destripar nada, os adelantamos que Oñate y un poco más de un centenar de aventureros, emprenderá en 1601 un viaje de casi dos mil kilómetros que lo llevará hasta las Grandes LLanuras de Norteamérica. Entrará en contacto con nuevas naciones indias que saldrán a su paso, sorteará innumerables adversidades y será el primer blanco que contemple infinitas manadas de bisontes y ¿llegará a Quivira? Está claro que los conquistadores querían oro y plata pero ¿y los indios? ¿Qué tenían los españoles por los que todas las naciones indias estaban dispuestas a agasajarlos o/y a asesinarlos?
Con un lenguaje directo y ameno (y muy divertido en las ocasiones precisas) da vida a unos protagonistas que hacen, desde lo excepcional a la par que rutinario de sus vidas, un alegato a los hechos clave que, de la mano de España, cambiaron el mundo para siempre.
Recomendable para… todos aquellos que quieran disfrutar, o hacer disfrutar, de un ameno rato de lectura con la Historia de España de fondo.
El Gran Norte recoge buena parte de lo que hoy conocemos como el Oeste americano: Un lugar donde las abruptas cadenas montañosas se alternan con altiplanos desérticos de magnitud inabarcables formando la frontera norte del vasto Imperio Español en América: Una territorio que durante el siglo XVIII era todavía “Terra Incognita”.
El territorio que Bernardo de Miera y Pacheco y sus compañeros de expedición recorrieron durante meses para explorar y cartografiar. Fue una existencia llena de peligros, de aventuras en las que no pocas veces estuvieron a punto de perecer.
Miera, cántabro él, es una de las figuras más polifacéticas y fascinantes de la América hispánica en el siglo XVIII. Fue un prolífico artista, que pintó y esculpió altares que hoy adornan iglesias y misiones virreinales del actual estado de Nuevo México. También fue ingeniero y capitán de milicias en varias campañas contra los comanches (que atacaban a otras tribus y a los propios españoles), como la que sostuvo el gobernador Anza con el temible jefe de guerra Cuerno Verde.
Explorador y cartógrafo sobresaliente, dibujó con trazo firme los mapas más relevantes y precisos del Gran Norte en la segunda mitad del siglo XVIII (mapas tremendamente útiles que luego utiizaron los estadounidenses). Fue comerciante, minero (sin suerte), recaudador de deudas y, en sus horas bajas, deudor. Alcalde mayor, ranchero y artesano ducho en el metal, la piedra y la madera.
En los últimos años de vida, don Bernardo sirvió como soldado distinguido en el presidio de Santa Fe, la villa más septentrional del Imperio Español en América, una zona fronteriza, remota y peligrosa, sometida al acoso constante de los belicosos apaches y comanches.
“Forjado en la frontera” nos asoma, a través de la extraordinaria vida de este cántabro originario del valle de Carriedo, a la profunda huella hispánica que quedó en la América del siglo XVIII, en un territorio de frontera que se convirtió en el rico crisol que es actualmente el septentrión novohispano.
Blas de Lezo es, posiblemente, uno de los mejores, aunque más olvidado, marino de la Armada Imperial española. Destacado, sus hazañas en el mar lo demuestran, y olvidado, Inglaterra ocultó la evidencia de su mayor derrota terrestre y marítima y España no se preocupó por rescatarla y divulgarla, hasta cuando el colombiano, nacionalizado español, Pablo Victoria, la sacó a la luz pública de las sombras del olvido.
Blas de Lezo nació en Pasajes, Guipúzcoa, en 1689 y murió calumniado y olvidado en Cartagena de Indias, la Ciudad Heroica, en 1741, después de haber infringido la mayor humillación militar que nación alguna hubiese sufrido después de haberse anticipado a celebrar una victoria que le fue esquiva a la mayor armada y desembarco que han visto los tiempos hasta Normandía en 1944.
En efecto, Inglaterra, queriendo cortar la yugular de España en la ruta de Indias y apoderarse del Imperio, atacó con 180 navíos, 23.600 hombres y 3.000 piezas de artillería la plaza de Cartagena, llave de las Antillas, defendida por Blas de Lezo, quien disponía de solo 2.800 hombres, 6 navíos y 300 cañones. El asedio duró 67 días. «La otra Armada Invencible» fue derrotada por el héroe español que en la Ciudad Heroica llamaban Medio Hombre por haber perdido una pierna, un ojo y un brazo durante la Guerra de Sucesión Española entre 1700 y 1713.
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